29 agosto 2006

La marca Wiber

Canico salía de casa con la cabeza gacha como todos los días desde hacía un mes. Su mujer lo detuvo y le dio un beso, para que no fuera tan triste a trabajar. Pero Canico estaba triste precisamente porque no tenía trabajo. Le habían despedido y no había tenido cojones para decírselo a ella. Seguía levantándose a las siete y saliendo de casa a las ocho menos cuarto. Ahora que no tenía trabajo, madrugaba más que antes. Y eso que lo despidieron por llegar tarde.
Canico forzó una sonrisa apretando el asa de su cartera. Llevaba una de sus camisetas de la marca Wiber. Ella miró el logo del pecho y le dijo con orgullo:
- Merecedor, que eres un merecedor.
- Tonta... – respondió él, y al girar se secó una gota secretada por su cabeza, por lo más profundo de su cabeza.
El parque estaba abarrotado de gente. Allí, ya había hecho tres amistades: uno despedido de Warner Music, otro despedido de la Marca Wiber, y el más joven despedido de McDonald´s. Todos por llegar tarde. Desde hacía un mes, Canico los encontraba allí a las nueve en punto.
- Mañana se me acaba la pasta – dijo Canico, pasándole la botella al de McDonald´s.
- Mala cosa – dijo el de la marca Wiber, quitándole la botella al de McDonald´s, antes de que pudiera beber.
Y fueron las únicas palabras en toda la mañana. Canico reflexionaba triste sin llegar a ninguna conclusión. Los otros recordaban el día en que las pronunciaron. A las tres menos cinco ya no quedaba ningún ex-empleado de ninguna empresa en el parque.
Canico se revolvía en la cama mentalmente, para no despertarla. Recordó que las camisetas de la marca Wiber no puedes ganártelas, pero puedes perderlas, si dejas de merecerlas. La misma marca te las recompra, al mismo precio, pero no te permite llevar otra jamás. Lo sabe todo el mundo. Avergonzado por una idea, Canico se levantó de la cama de un salto y abrió su armario de par en par, mentalmente. El armario estaba lleno de camisetas de la marca Wiber. Ella dormía plácidamente.
- No hay que ser muy listo para hacer algo y desmerecer una camiseta de la marca Wiber - dijo Canico al ex-empleado de la marca Wiber. Y añadió – Lo que no puedes es ganártela. Puedes desmerecerla...
El joven ex-McDonald´s, que hacía rato que dormía una buena torrija, dijo:
- Eres una puta tú también...
- Pero ella... – continuó Canico, mirando a ningún sitio.
- Mala cosa – concluyó el de la marca Wiber.
Canico pidió prestada una pistola a un guardia. “Es sólo un momento”, le dijo, y unas medias a una señora que habían despedido de CocaCola. “Es sólo un momento”, le dijo también. Y entró en un banco, con su camiseta de la marca Wiber.
El observador de la marca Wiber (hay uno en todos los bancos, y en todas partes) estaba tomando café, y Canico tuvo que esperar, o su plan no funcionaría. Por su parte, el observador de la marca Wiber dio una fuerte patada a la máquina de café, o ésta tampoco funcionaría. Y regresó a su puesto.
Canico hizo cola como todos, y al llegar su turno se puso la media en la cabeza y apuntó con la pistola a la cajera. La señora Ravensbrook le miró compasiva.
- Mire, yo no puedo hacer nada, acaban de despedirme por llegar tarde. Me voy al parque. – Cogió su bolso y salió a la zona de clientes.
- Le acompaño – dijo Canico, con lágrimas en los ojos.
Llegaron al parque sin hablar, porque estaba todo dicho. Canico devolvió la pistola al policía y las medias a la de CocaCola. Se acercó a sus amigos y se los presentó a la señora Ravensbrook. Y como ya eran las tres menos cinco, regresó a casa.
- Merecedor, que eres un merecedor. – le dijo ella al verle de nuevo con la camiseta. Había preparado canelones.
- No lo sabes tú bien – le contestó Canico.

Al día siguiente, en el correo, no había ninguna camiseta de la marca Wiber.